La ansiedad en pareja: ¿Tu ansiedad es la mía?

Vivir con ansiedad es complicado: el pensamiento acelerado, atascarse con tareas y actividades que para otros resultan sencillas, sentir que las preocupaciones nos atrapan… Propia o ajena, la ansiedad es un engorro. Cuando convives con alguien que la padece, es posible que la situación os sobrepase a los dos y sientas una enorme impotencia. De hecho, son numerosos los estudios que ponen de manifiesto cómo la ansiedad de una de las partes contribuye a la insatisfacción en la pareja. (Puedes leer más sobre ello aquí).

En consulta es habitual comprobar cómo la ansiedad se convierte en el tercer miembro no deseado de la pareja, en “el otro” o “la otra”. Estamos hablando de la ansiedad como algo muy general, aunque se presenta bajo distintas formas: fobias específicas, agorafobia, angustia, ansiedad social, ansiedad generalizada… Todas ellas, recogidas y descritas en el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales, DSM-V, pueden afectar, en mayor o menor medida, a la convivencia y la relación. De ahí la importancia de desarrollar estrategias para poder acompañar a tu persona querida en el desafío que supone manejar su ansiedad, y evitar que ésta os arrastre a los ambos.

  • Identifica los síntomas

Es recomendable que tengas localizadas las maneras en que tu ansiedad interfiere en tu día a día: problemas para conciliar el sueño, despertar precoz, dificultades de concentración… Si puedes explicárselo a tu pareja, entenderá mejor lo que está ocurriendo y os evitaréis malos entendidos o atribuciones erróneas. También captará con más facilidad a las primeras señales y podréis tomar medidas antes de que la situación vaya a más.

  • No niegues ni minimices sus sentimientos

Trata de entender los miedos y preocupaciones de la persona que tienes delante. Aunque desde tu punto de vista lo que le angustia parezca ilógico, su sentimiento es legítimo. No es una tontería, aunque a ti te lo parezca. Lo que siente es real: Valídalo.

La tendencia natural cuando vemos a alguien que tiene un problema es intentar solucionarlo inmediatamente. La ansiedad no funciona así: No podemos resolver nada sin antes mostrar empatía y comprensión. No podremos pasar a la lógica y cuestionar la irracionalidad de los pensamientos si la persona se siente juzgada e incomprendida.

Con la ansiedad no valen soluciones sencillas, pero si quieres ayudar, comienza por mostrar empatía.

  • Anima a buscar ayuda y participa en el proceso terapéutico, pero no te pases

Puedes sugerir a tu persona querida que busque ayuda, pero no tomes la iniciativa de concertar tú la cita con un especialista: Respeta su ritmo y deja que tome las riendas en la búsqueda de soluciones.

Durante el proceso terapéutico tomaréis conciencia de que, aunque la ansiedad trate de engañaros, estáis en el mismo equipo. Si hay que plantearlo en términos bélicos, esto no es una guerra entre vosotros. No perdáis de vista que la ansiedad es el enemigo. Vosotros sois un equipo y el profesional un aliado al que habéis reclutado para vencerlo.

Durante la terapia, es posible que el psicólogo/la psicóloga proponga algunas tareas conjuntas. Será útil que participes, pero no olvides tu papel: Incluso cuando te dedicas a ésto profesionalmente, no puedes convertirte en el psicólogo de tu persona querida.

  • Anima sin presionar

Aunque convivir con alguien que padece distintas formas de ansiedad cuando a ti no te ha pasado puede ser muy frustrante, tienes que entender que no se trata de algo que la otra persona ha elegido. Seguramente tiene más ganas que tú de encontrarse mejor.

Dado que los dos queréis lo mismo, tenemos que procurar que esa motivación resulte efectiva. Incluso si estás molesto/a, comentarios como “¿Por qué no puedes hacerlo? ¿Pero qué te pasa? No es para tanto…” sólo van a haceros sentir peor. Sería más útil algo como “Entiendo el malestar que esto te está produciendo. Tiene sentido que sientas así: no puedes salir discretamente, te preocupa que los demás se den cuenta de que algo no va bien y hagan preguntas y no quieres pasar vergüenza ni incomodar a nadie más. Hay muchas cosas que no puedes controlar y eso te agobia”. Después puedes intentar, con cariño y respeto, animarle a afrontar la situación.

  • Cuidad vuestra vida más allá de la ansiedad

Los hábitos y relaciones saludables son dos de los pilares de la salud mental. No olvidéis cultivar vuestras parcelas fuera de la pareja: el tiempo de descanso y ocio, en soledad o con amigos, os permitirá ventilar y coger fuerzas para hacer frente a lo que venga.

Uno de los errores más comunes en pareja es asumir que la otra parte tiene que cubrir todas nuestras necesidades afectivas, que tenemos que compartirlo todo. Absolutamente todo. Estas expectativas desajustadas constituyen la base de esos mitos del amor romántico que tanto daño hacen.

Para no diluirnos en la pareja hasta desaparecer, necesitamos mantener nuestra individualidad: una red de relaciones propias, tiempo para nosotros, actividades e intereses propios…

Más aún cuando surgen dificultades, cada uno va a necesitar de apoyo individual: poder hablar con alguien ajeno a la pareja sobre lo que sucede, cómo nos sentimos, qué estamos intentando hacer y cómo muchas veces estos intentos de solución no hacen sino empeorar el problema resulta liberador y ayuda a tomar perspectiva. Aunque antiguamente se decía mucho eso de que “los trapos sucios hay que lavarlos en casa”, también hay que salir fuera a comprar detergente, a tender si hace sol…

En ocasiones la vida familiar, y no sólo la de pareja, puede verse invadida por esa invitada no deseada que es la ansiedad. Tenemos que poner límites y no olvidar que somos un equipo contra ella: No podemos permitir que tome el control de nuestra casa decidiendo, por ejemplo, que determinados espacios de la casa tienen que estar extremadamente limpios y ordenados de una manera arbitraria. Aunque, cuando hablamos de ansiedad la comprensión y la flexibilidad resultan fundamentales, no podemos ser indulgentes y ceder a todas las peticiones que la ansiedad formule. 

  • No olvidéis que el objetivo es aprender a gestionar la ansiedad, no eliminarla

La ansiedad nos impide hacer cosas, y eso es lo que la convierte en un obstáculo. Lo más molesto de padecerla es, precisamente, ver nuestra vida limitada. Tener intención o deseo de llevar algo a cabo y verse asaltado por un montón de pensamientos y sensaciones físicas que nos hacen creer que no vamos a poder. Y como no lo intentamos, efectivamente: No podemos. Y encima nos sentimos culpables, tontos y avergonzados por ello… Y nos sentimos incomprendidos, nos distanciamos de quienes nos quieren, aparecen la apatía, dejamos de disfrutar de lo que antes nos gustaba… Y asoma la depresión. Y todo junto, gloria.

La gran lección, que a veces cuesta mucho aprender, es que la ansiedad no es la mejor compañera de viaje, pero no nos vamos a quedar en casa porque ella se haya apuntado al plan: Podemos llevarla con nosotros y, aun así, hacer lo que teníamos previsto.

Hay una frase motivacional dando vueltas por ahí que nos viene como anillo al dedo:

Si todos vuestros esfuerzos se centran en eliminar la ansiedad, tenéis la batalla perdida: Va a aparecer, con más o menos intensidad, de manera justificada por las circunstancias o no, en la vida de todos. La cuestión es ¿qué hacemos cuando venga?. Recuerda: es una invitada no deseada. Vendrá y llamará a la puerta. ¿Cómo la recibís? ¿la invitáis a café, le sacáis las mejores pastas y permitís que se instale en el salón toda la tarde? ¿Le ofrecéis que se quede cenar y a pasar la noche? ¿Permitís que ocupe la mejor habitación de la casa y vosotros os trasladáis al sofá?. Tampoco podéis negaros a abrir la puerta y fingir que no hay nadie en casa, y si la tratáis a gritos os plantará cara…

Si queremos resultados distintos, tendremos que poner en marcha estrategias distintas, ¿no os parece?

Alertas rojas en las relaciones: ¿Cuándo decido alejarme?

En las relaciones, cuando ambas partes tienen el mismo compromiso, contribuyen de manera equitativa a la relación, piden disculpas y enmiendan los comportamientos que han causado daño al otro, no hay problema que no se pueda enfrentar. ¿No os parece?.

A priori, podríamos decir que, cuando estas condiciones se cumplen, no hay motivos para que una relación se rompa, sea ésta de amistad, de familia, de pareja o una relación laboral.

No obstante, y por duro que sea aceptarlo, las relaciones se terminan. ¿Cómo tomamos esa decisión? ¿Cómo sabemos que es el momento? Quizá sea útil estar atentos a las señales y comprobar si se dan algunas de las alertas rojas de las que hablaremos hoy.

Cuando se trata de una relación sana y sucede algo que hace que una o las dos partes se enfaden o se sientan heridas (muchas veces ambas emociones vienen de la mano) y se quiere resolver la situación, el proceso de reconciliación es relativamente sencillo: Nos sentimos seguros y expresamos nuestros pensamientos, sentimientos y necesidades sabiendo que nuestra perspectiva será escuchada, tenida en cuenta y respetada. Se piden disculpas sinceras sin grandes esfuerzos y el perdón llega de manera inmediata, sin condiciones ni demoras. Y, por supuesto, se llevan a cabo cambios comportamentales para evitar vernos en la misma tesitura cuando afrontemos situaciones similares.

Asumimos que, en una relación sana donde hay compromiso con el otro, la relación es importante para ambas partes, y éstas actúan en consecuencia, mostrando voluntad por esquivar los baches y reparando los daños tan pronto se tiene conciencia de ellos. 

Seamos realistas: La comunicación no puede ser siempre efectiva. Son múltiples, y a veces encubiertos, los elementos que pueden obstaculizarla. En el trabajo en consulta con personas que tratan de resolver sus dificultades relacionales resulta patente la influencia que el trauma, el dolor emocional y los disparadores tienen sobre la efectividad de la comunicación: Constituyen auténticas barreras.  Y no podemos actuar como si no existieran sin pegarnos unos cuantos trompazos. Cuando, como adultos responsables, tratamos de hacernos cargo de nuestros problemas y constituir relaciones emocionalmente sanas, intentamos tomar conciencia y reparar la situación cuando esto se produce.

No obstante, en ocasiones sucede que intentas resolver una situación con alguien y, aunque pongas todo tu empeño, el problema acaba siendo aún mayor que cuando la conversación comenzó. Quizá os ha sucedido alguna vez… A mí me ha ocurrido, y resulta confuso, frustrante y agotador. Nuestros esfuerzos por escuchar y ser escuchados, por entender y ser entendidos, caen en saco roto y acabamos dudando de nosotros mismos, cuestionándonos nuestro propio juicio… Desconcertados y confundidos, nos planteamos si la otra persona estará poniendo algo más en este asunto. Algo que nosotros desconocemos…

Cuando la historia de vida de alguien le ha llevado a sentir que cometer errores o estar equivocado es peligroso y ha aprendido que resulta imposible o inútil pedir disculpas, la conversación y el intercambio de argumentos con esa persona se convierte en algo irracional e innecesariamente difícil. No va a ser posible acercarse a una resolución. Al menos, no a una que convenga a las dos partes…

Cuando una persona no puede asumir su responsabilidad ni disculparse, utiliza todas las estrategias que se le ocurren para escapar de las situaciones en las que se le piden cuentas de sus acciones. Su objetivo no es el mismo que el tuyo: No quiere resolver el problema. Lo que pretende es asegurarse de que sus errores y lo inapropiado de su comportamiento no se convierta en un tema de conversación, sino que siga en la sombra. Intenta, a toda costa, ocultar sus fallos. ¿Cómo lo hace? ¿Qué estrategias utiliza? Aquí van unas cuantas: 

  • Minimizar el asunto

Con esta estrategia pretende convencerte de que lo que planteas es tan insignificante que no merece la pena siquiera hablar de ello. Y si insistes en hacerlo, eres irracional y estás exagerando.

Quizá escuches algo así como “no vamos a tener problemas por eso…”, “te pones así por cosas tuyas, yo no he hecho nada malo”. Otra opción es negar incluso que sucedió. Lo que estás poniendo sobre la mesa, que tanto te molestó, es tan tonto e insignificante que la otra persona ni siquiera lo recuerda… Ante esta situación, lo más probable es que te retires, sintiendo que igual ha sido cosa tuya y has exagerado un poco…

  • Desarmarte

Esta jugada trata de convencerte de que tu problema con ellos es irracional y es  únicamente cosa tuya. Usando estrategias pasivo-agresivas o una comunicación abiertamente agresiva trata de desestabilizarte. Pucheros, lágrimas, un comportamiento dramático o victimista… O un tono de voz elevado acompañado de gestos amplios e invasivos. Todo vale. Incluso las disculpas. Pero ¡cuidado! si aparecen disculpas, poco tendrán que ver con aquello de lo que iba la conversación… Serán algo más amplio, general y extremo, algo así como “¡Siento ser una persona tan horrible!”, “Lamento haberte arruinado la vida”. 

El objetivo es que te sientas mal por haber sacado la cuestión a relucir, convencerte de que no tiene sentido que pienses que cometió ningún error, porque es inocente. Más inocente que nadie. Al final, puedes llegar a pensar que eres un/a chungo/a o egoísta por sentirte mal por su comportamiento. El problema no lo causó la otra persona, lo originas tú por enfadarte. Y él/ella, sólo es tu víctima. Nunca hizo nada malo.

  • Cambiar el foco

Esta estrategia se usa para distraer la atención y entretenerte con otros asuntos. Cuando se da cuenta de que tu preocupación y malestar se centran en un fallo suyo, contrarrestará tu crítica con otra.

Intentará que la conversación de un giro hacia lo que tú has hecho mal o el daño que tú les has hecho con tu actitud. E incluso si hay algo de cierto y has cometido errores, de nada servirá que los asumas y te disculpes. Su objetivo es asegurarse de que la cuestión sean tus defectos, no los suyos.

Quizá, después de un rato, acabes pidiendo disculpas y prometiendo un cambio de actitud y de conducta, olvidando tu intención inicial. Y te preguntes cómo has podido comportarte de forma tan injusta. Ya está, conseguido: Te ha liado.

  • Justificar el comportamiento

Esta jugada pretende hacerte creer que su comportamiento está justificado y es plenamente válido. Quiere convencerte de que, incluso si han hecho algo mal, su comportamiento contaba con autorización y no tiene que disculparse. 

Los maltratadores utilizan esta estrategia para convencer a sus víctimas de que el abuso estaba justificado por algo que la víctima dijo o hizo. Se lo merecía. Lo provocó. Fue culpa suya.

Y, para tu desgracia, esto va a ser todo lo cerca que esta persona va a estar de admitir que ha hecho algo malo. Este reconocimiento parcial de responsabilidad no significa gran cosa, puesto que, dado que te va a convencer de que lo que hizo es válido y tiene sentido, se va a librar de las consecuencias igualmente. 

¿Qué hacemos entonces?

Una persona que emplea estas estrategias es alguien emocionalmente frágil e incapaz de afrontar los problemas de manera madura y efectiva. Debido a su dificultad para crear vínculos sanos y participar en relaciones de afecto y respeto mutuos, su capacidad para crecer, evolucionar y cambiar es limitada. Sus relaciones serán inestables, insatisfactorias y sin una auténtica conexión emocional.

Quizá no tenga demasiada conciencia de las estrategias disfuncionales que emplea, sin embargo es, seguramente, una persona tan herida, tan vulnerable y asustada de que se la reconozca como alguien imperfecto que hará todo lo que esté en sus manos para evitar rendir cuentas. Consciente o inconscientemente.

¿Puede cambiar? Pues, como siempre, depende de la persona. Hace falta una gran fortaleza y madurez emocional para hacer frente al trauma que originó esa gran dificultad para reconocer sus propios fallos. La terapia, ya sabéis, es de valientes. 

También a ti te va a hacer falta una enorme atención y fortaleza para lidiar con sus estrategias, ver más allá de sus jugadas y no perderte en sus enredos. Aun así, la situación puede no mejorar. Pueden ocurrir dos cosas: que asuma su responsabilidad y se ponga manos a la obra o que sus estrategias se vuelvan más agresivas y la situación empeore para quienes tiene cerca…

La construcción de una relación sana, satisfactoria, profunda y emocionalmente conectada requiere del compromiso y dedicación de todas las partes implicadas. Para poder aportar mi parte, tengo que mirarme al espejo y ver mis propias cicatrices. Reconocerme como alguien vulnerable e imperfecto. A partir de ahí, construimos. 

Si no estamos dispuestos a eso, no podemos acusar a los demás cuando decidan alejarse…

Desmontando la masculinidad tóxica

“Lo mejor para el hombre”. ¿Qué es lo mejor para el hombre?

La compañía Gillette ha convertido su eslogan en pregunta para cuestionar la masculinidad hegemónica que hasta ahora invadía la publicidad. En su último spot aparecen situaciones de acoso escolar, homofobia, acoso sexual, mansplaining… Sin duda, la respuesta es no. Ésto no es lo mejor para los niños de hoy, que serán los hombres del futuro.

La campaña, que apela a los hombres para que se deshagan de la masculinidad tóxica afeitándosela ha causado un gran revuelo. Hay quien celebra esta iniciativa, sin embargo algunos sectores de la población la critican fuertemente, proponiendo sabotear a la compañía que visibiliza y critica situaciones que reflejan una masculinidad agresiva e irrespetuosa.

Gillette asegura, a través de su página web, que en la actualidad “muchos hombres se encuentran en una encrucijada, atrapados entre el pasado y una nueva era de la masculinidad”. Tomando en consideración la influencia que la publicidad, en sus distintos formatos, tiene en la cultura, asume el compromiso de desafiar activamente los estereotipos y las expectativas de lo que significa ser un hombre”.

Tal como afirma la voz en off del anuncio, algo ha cambiado y no se puede volver atrás.

Indetectables: Desmitificando el VIH

El pasado mes de Noviembre se estrenó Estigma, del director David Velduque, y con él, la segunda temporada de la serie Indetectables. Se trata de una proyecto multidimensional que, con el soporte de la organización Apoyo Positivo, tiene como objetivo la sensibilización sobre VIH, salud sexual y la lucha contra la discriminación de personas diversas.

Cada temporada consta de cinco capítulos que abordan la realidad de las personas afectadas por alguna de las temáticas.

Es necesario hablar de estas cuestiones para hacerlas visibles, y concienciar no desde el miedo, sino desde el conocimiento.

Si te apetece echarle un vistazo a la primera temporada de Indetectables, me encantará conocer tu opinión:

Capítulo 1: YO TAMBIÉN

 

Capítulo 2: RENOVARSE O MORIR

 

Capítulo 3: LA EVIDENCIA

 

Capítulo 4: ALTO RIESGO

 

Capítulo 5: IN THE WALL

 

Unos meses atrás, en la XVIII Jornada AVASI organizada por el Comité Ciudadano Anti-Sida del Principado de Asturias tuvimos ocasión de contar con profesionales de distintas disciplinas (inmunología, enfermería, sexología, trabajo social e igualdad de género entre otras) que aportaron su experiencia para contribuir a concienciar sobre estas cuestiones y desmontar algunos mitos muy extendidos:

  • La mortalidad y la morbilidad han descendido notablemente, y el pronóstico de vida se acerca a la media de la población general.
  • La falta de características físicas específicas en las personas infectadas y el buen estado de la mayoría hace que se pierda el miedo y, especialmente los más jóvenes, se crean inmunes a la hora de contraer la infección. La realidad es que todos podemos estar infectados, por lo que hacerse la prueba, además de barato y anónimo, resulta esencial. 
  • Si la embarazada es tratada antes y durante el embarazo, la transmisión vertical de madre infectada a su bebé es casi nula.

Los mejores métodos para evitar la infección son:

  1. Prevención
  2. Prevención
  3. Prevención

Por eso, usa siempre preservativo. No compartas objetos que puedan contener sangre y no olvides que…

Hay grandes avances en la calidad de vida de los infectados, pero hasta ahora no hay cura de la infección, sólo control de la viremia.

Aún queda mucho que hacer en lo que respecta a la educación sobre salud sexual. Son muchos los estigmas y los mitos que romper respecto a la sexualidad.

 

Sobre los “niños confidentes”

A veces, por distintas razones y en distintos contextos, salgo de mi despacho (y de mi zona de confort) e imparto formaciones y talleres.

En alguna ocasión he comentado en este blog lo mucho que disfruto en los talleres para padres. Resulta muy gratificante poder acompañar a las familias en el constante aprendizaje que es la maternidad/paternidad.

Sin embargo, cuando los asistentes son papás y la temática tiene que ver con la infancia y la crianza, no es raro encontrarse con familias donde los roles de cada uno, grandes y pequeños, no están bien repartidos y las funciones se solapan: los adultos se comportan de manera arbitraria e imprevisible, requiriendo de apoyo, orientación y consuelo, mientras que los niños son descritos como “muy maduros”, “muy sensibles” y capaces de entender y ayudar a sus padres a gestionar sus propias emociones.

Qué miedo me da a mí este discurso… Detrás de un niño “demasiado bueno/sensible/maduro/cuidador” suele haber un niño parentalizado.

niño triste familia psicologia

¿Quién cuida de quién en estas familias? ¿Quién es la persona de referencia, la figura de apego, ese otro “más sabio, más fuerte y más capaz” al que acudir en busca de apoyo y consuelo?

El tema da tanto de sí, y nos llama tanto la atención a algunos profesionales que incluso presentamos un póster sobre él en el Congreso de Terapia Familiar en Cartagena el otoño pasado.

Los niños tienen que ser niños. Y nuestra función es cuidar de ellos, de manera adaptada a las necesidades y características de cada etapa de su vida. Y no al revés.

Por eso, es un error ENORME hacer partícipes a nuestros peques de nuestros problemas emocionales o de pareja. Cuando los usamos como paño de lágrimas, como confidente o como recipiente de nuestras quejas, miedos y preocupaciones, les estamos cargando con algo que no les corresponde y que ni pueden, ni saben, ni deben gestionar. Seguramente se sentirán confusos y asustados. Te escucharán, claro. Eres una de las personas más importantes de su vida, y lo que te ocurra a ti les afecta a ellos directamente. ¿Cómo no iban a escucharte? De tu boca salen las palabras que, más tarde, se convertirá en su discurso interno.

Hay papás y mamás que se excusan diciendo que lo hacen para educarlos, para que vean que “los mayores tienen problemas” y que aprendan a “gestionar sus emociones“. NO. Si eres de los que afirma ésto, por favor, haz un pequeño ejercicio de honestidad: Tú necesitas ventilar. Necesitas que alguien te escuche mientras vomitas toda la mierda, toda la angustia y todo el miedo que tienes dentro. Y sabes que tu peque no se va a alejar de ti mientras lo haces. 

Si éste es tu caso, ten en cuenta que no tienen recursos para manejar lo que está pasando, lo que tú estás provocando. Los colocas en una posición de desamparo:

¿Cómo voy a confiar en mamá? ¿Cómo voy a contarle lo que me preocupa? ¡Ella ya tiene bastante con lo suyo!

Si usas a tu niño/a como si fuera tu pareja, tu amigo/a, tu madre, tu confesor o tu psicólogo, le estás privando de su infancia: Tu hijo no es tu rescatador. No está aquí para consolarte ni para cuidar de ti.

Aprenderá que tiene que dejar de lado sus propios sentimientos para cuidar de los demás. Que todos los demás van primero, que tiene que estar a disposición de otros, pues de ello depende su valía como persona.

¿Es eso lo que quieres transmitirle?

Si tienes problemas, si necesitas hablar con alguien que te acoja, que te cuide, que te aconseje, que te oriente o, simplemente te escuche, busca a otro adulto. 

Deja a tu peque vivir lo que tiene que vivir en esta etapa: SU INFANCIA.

Tendrá toda la vida para sus propios problemas de adulto.

“No sé qué quiero hacer con mi vida” ¿Es de verdad una desventaja no tener una vocación clara?

Hay momentos en la vida en que miramos a nuestro alrededor y comprobamos que parece que todo el mundo sabe lo que está haciendo… Menos nosotros.

En ciertas épocas parece que, si no hacemos lo que la sociedad espera de nosotros, somos raros o estamos inadaptados. Hay que tomar decisiones, porque el tiempo apremia y la preguntas acucian:

¿Qué quieres ser de mayor? ¿Qué vas a hacer con tu vida?

preguntas interrogantes dudas psicologia gijon¿Seguir estudiando o ponerse a trabajar? ¿Pero qué estudiar? y, si no estudio ¿trabajar de qué?. ¿Y si no estoy seguro de lo que quiero hacer? ¿Y si me gustan muchas cosas? ¿Y tengo que dejar de hacer lo que me gusta para dedicarme a algo serio? ¿Si lo que se me da bien no me gusta? ¿Y si no me gusta nada? ¡¿Y si no tengo ni idea de lo que quiero hacer con mi vida?!

En el ámbito de lo privado, la historia es parecida: Conocer a alguien especial y tener pareja o seguir disfrutando de la soltería, pero… ¿son incompatibles estas opciones?. Y las elecciones continúan: si salgo con alguien, ¿quiero seguir viviendo a mi aire o me gustaría que conviviéramos? ¿alquiler o compra? Como la relación se alargue, seguro que alguien tiene la feliz ocurrencia de preguntar ¿y cuándo os casáis?. Y tú pensarás “¡Un momento! ¿quiero yo casarme? ¿y si no quiero? ¿y qué toca después?”. No os voy a contar qué viene después, porque ya lo sabéis…

Tengo una buena noticia: Estar perdido está bien. Dudar está bien. No tener clara tu vocación no tiene por qué ser un problema.

¿Qué pasa si, en vez de pensar que no lo tienes claro, te planteas que tienes potencial para hacer muchas cosas?

Emilie Wapnik plantea en esta charla TED algo que muchos de nosotros nos hemos planteado: No encajar dentro de lo que la sociedad dicta genera ansiedad

laberinto perdido vida indecision

Algo que podría ser, y de hecho es, en la mayoría de los casos, motivo de angustia e insatisfacción, es visto por esta ponente como un superpoder: Ser multipotencial, tener muchos intereses y curiosidad por distintas actividades creativas. Esta capacidad implica numerosas ventajas que pueden resumirse en tres fundamentales:

  • Ser capaz de combinar distintos intereses o ideas para crear algo nuevo.
  • Tener habilidad para aprender, y hacerlo deprisa y sin miedo a ser un eterno principiante.
  • Adaptarse, poder transformarse y asumir distintos roles en función de los requerimientos de la situación.

 

Si te apetece leer algo más sobre este planteamiento, puedes echarle un vistazo a su blog: http://puttylike.com/.

 

No lo olvides:

Perderse de vez en cuando está bien.

Y dedicarte a lo que te gusta nunca es una pérdida de tiempo. 

 

¿Cómo afecta a la salud el trauma en la infancia?

Si hubiera una variable en común en 7 de cada 10 muertes, ¿valdría la pena estudiarla?

Bien, la hay. Se trata del trauma en la infancia.

La pediatra Nadine Burke, fundadora del Center for Youth Wellness, (Centro de bienestar juvenil) en California,  nos habla del poderoso efecto que el estrés en la infancia debido a situaciones de abuso o negligencia tiene sobre el desarrollo del cerebro. Y no, no se trata de algo que se supere al crecer. La violencia doméstica, la enfermedad mental o el abuso de sustancias de los padres tienen efectos cuantificables a largo plazo: las posibilidades de sufrir depresión, adicciones, enfermedades de corazón o cáncer de pulmón se multiplican en las personas que han sufrido altos niveles de trauma.

El trauma, más común en la infancia de los que queremos creer, tiene un profundo impacto en el desarrollo cerebral de los niños y, a largo plazo, en la enfermedad adulta.

 

Duelo durante el embarazo

Por suerte o por desgracia, la muerte cuando llega lo hace sin consultar la agenda de quienes estamos cerca. Y a veces nos sorprende cuando estamos esperando la llegada de otro miembro a la familia.

En momentos así, la mujer embarazada siente mucho miedo. Además del dolor y la tristeza por la pérdida de alguien querido, surge una inmensa preocupación: la de que todo lo que está sintiendo afecte al feto.

duelo embarazo luto desarrollo postparto psicologiaEl fallecimiento de un familiar trae consigo un sufrimiento considerable, y el estrés afecta, sin duda, al feto. Aunque cada mujer embarazada afronta la pérdida de manera diferente, al igual que el resto de personas del entorno: la reacción a la pérdida depende de la historia de cada uno y de la relación con la persona fallecida. Además, ciertas variables relacionadas con las circunstancias de la muerte: quién es la persona fallecida, si se trata de algo previsible o si, por el contrario, es una muerte repentina.

Las consecuencias de la ansiedad durante el embarazo pueden ser muy variables en función del momento de la gestación en que la madre se encuentre: Si se trata de las primeras semanas, puede producirse un aborto espontáneo. En el tramo final del embarazo, el parto puede adelantarse, especialmente si se trata de un fallecimiento repentino.

En todo caso, son numerosos los estudios realizados en los últimos años sobre la influencia de la ansiedad materna en el bebé. Muchos de ellos concluyen que el estrés de la madre durante el embarazo tiene consecuencias en su desarrollo tanto físico como emocional y cognitivo, a corto, medio y largo plazo.

Sin embargo, no es conveniente ser alarmistas. Ciertamente, el mundo emocional de la madre llega al feto a través del mundo químico que le rodea en la placenta, pero al igual que está protegido del impacto físico, también lo está de emociones extremas.

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Al igual que se recomienda en cualquier otro momento de la vida, durante el duelo en el embarazo es fundamental permitirse sentir y comunicar las emociones. Cuidarse de las maneras más básicas: alimentación y sueño. Con frecuencia nos encontramos que las personas que han perdido a alguien querido dejan de comer o lo hacen de manera desordenada, se aíslan, tienen problemas de insomnio y descuidan sus necesidades fundamentales. Estos comportamientos negligentes pueden afectar también al feto.

Algunas personas, a fin de paliar el intenso dolor de la pérdida, deciden buscar alivio en la medicación. No me cansaré de repetir que un duelo no es una depresión. Y los ansiolíticos pueden, puntualmente, ayudarnos a reducir parte de la sintomatología: el llanto incontenible, la angustia, la dificultad para dormir, pero no solucionan, no nos van a quitar el dolor de la pérdida. En el embarazo, desde luego, no es lo más recomendable, sin embargo, si se recurre a medicación, resulta aún más importante hacerlo bajo un estricto control médico.

El duelo conlleva una serie de fases, cargadas con sus respectivas emociones, incompatibles muchas veces con la felicidad y la ilusión que suelen acompañar la llegada de un niño. El mundo emocional de la mujer embarazada en duelo resulta contradictorio: Sentir tristeza y dolor, miedo, rabia, impotencia… Entra en conflicto con la esperanza y la alegría de sentir la vida creciendo. Y puede aparecer, en en esta receta emocional, un ingrediente más: La culpa por no poder permitirse sentir. Porque su bebé no merece que su madre esté triste. Porque no puede permitirse estar alegre sabiendo que su persona querida ha muerto. Menudo dilema, no poder sentirse como uno se siente. Y no poder dejar de sentirse de ese modo, pues es lo que corresponde a las circunstancias que se están viviendo.

Tanto durante el embarazo como en el postparto, el acompañamiento y el apoyo emocional son fundamentales. Más aún si se produce un duelo.

Si nos necesitas, estamos a tu disposición.

 

Nos vemos en el próximo post.

 

 

La mirada: Construyendo vínculos y subjetividades

¿Te das cuenta del efecto de tu mirada sobre quienes te rodean?

Hay miradas que dañan, otras que acarician e incluso curan. No es lo mismo ver que mirar, y la mirada es nuestra primera herramienta para comunicar amor, para vincularnos con el otro.

¿Te has parado hoy a mirar a los ojos de alguien? ¿Cuántas veces has mirado tu móvil?

Liliana González, profesora de Psicopedagogía, con treinta años de experiencia en clínica de niños y adolescentes, así como en orientación familiar y formación, nos invita a reflexionar sobre el poder de nuestra mirada y cómo la tecnología obstaculiza la posibilidad de encuentro con el otro.

 

Hoy puede ser un gran día… Para apagar las pantallas y mirarnos más y mejor.

¡Nos vemos en el próximo post!

Decisiones difíciles: ¿Me lo quedo o te lo doy?

 

¿Cuántas veces te has visto en una situación en la que tenías que desprenderte de algo valioso para ti? No es nada fácil. Cuando nos vemos entre la pérdida propia y la ganancia ajena, mostramos lo que somos.

https://www.youtube.com/watch?v=8U8IIb7SoGk

Si no es mío, lo devuelvo.

Si no puedo quedármelo, lo dejo ir.

 

The other pair, dirigido por una joven de sólo 20 años, Sarah Rozik, resultó ganador en el Festival de Cortometrajes de Egipto en 2014. Y no es de extrañar.

¿De qué has tenido que desprenderte tú? ¿Qué te ha sugerido esta historia?

Me encantará leer tus comentarios.

¡Hasta el próximo post!