La hiperproductividad en tiempos de confinamiento

Muchos de nosotros llevamos cerca de tres semanas en casa, saliendo lo justito dentro de los márgenes que el estado de alarma permite.

Este dichoso virus ha hecho realidad lo que tantas veces habíamos expresado como deseo: ¡Qué ganas tengo de estar en mi casa!. Pues hale, dos tazas.

Una situación como ésta tiene la potencialidad de desencadenar reacciones de todo tipo. Una de ellas, muy común, es la hiperactividad. En los primeros días se pusieron en marcha cientos de iniciativas para mantenernos entretenidos. No sé si entretenidos u ocupados: Bibliotecas digitales interminables, teatro y conciertos online, clases y cursos de todo lo que os podáis imaginar, quedadas en la ventana para aplaudir, para el vermú… Todo esto está fenomenal, pero ¿qué pasa si lo que el cuerpo te está pidiendo es no hacer nada?.

Este confinamiento, no lo olvidemos, tienen un sentido: Ponernos a salvo e intentar aplanar esa dichosa curva con la que se nos bombardea desde los medios de comunicación. Y, si es necesario protegernos, es porque hay un peligro: una amenaza real para nuestra salud y nuestra vida (no voy a hablar de la economía, de eso que se ocupen otros). Nuestro organismo tiene tres formas básicas de funcionar ante una amenaza, las 3F de los angloparlantes: Lucha (Fight), huida (Flight) y bloqueo o parálisis (Freeze). Tienes una explicación estupenda aquí:

Parece que la sociedad en que vivimos, que valora y ensalza la productividad por encima de todo, nos impulsa a llenar este tiempo de actividades. Y si no aprovechamos para hacer un curso a distancia, practicar ejercicio a diario, aprender a tocar la guitarra, participar en un challenge y subirlo a las redes sociales, preparar comida casera, leer todos los libros que teníamos pendientes, engullir un par de series y replicar la receta de bizcocho de la abuela, parece que no estamos haciendo nada.

¿Pero qué pasa si no me apetece hacer nada?

Pues nada. No pasa nada. De verdad.

Considero que es necesario, en un momento así, que nos paremos a pensar si estamos haciendo lo que de verdad nos apetece o nos estamos dejando arrastrar por la vorágine y la presión social. Lo que para algunos puede ser una fuente de motivación e ideas para el entretenimiento, para otros, que no se sienten identificados con las actividades o, sencillamente, no les apetece, puede ser causa de frustración, ansiedad y… (¡Oh, sí, mi favorita!) ¡Culpa!.

Para. Por favor, para y escúchate: ¿Es toda esa actividad una manera de huir de lo que estás sintiendo?

Lo que está ocurriendo en estas semanas sacude fuertemente nuestros sistemas de protección normales, afectando a nuestra sensación de control, conexión y significado y activando un montón de emociones a las que hay que dar cabida. Y en eso, el cuerpo manda

Haz un poco de caso a tu cuerpo y dale lo que pide. Si sientes que no estás haciendo nada, lo más probable es que estés cuidando de ti. Y en un mundo tan centrado en producir, en ser y aparentar, en que se vea, el autocuidado pasa desapercibido.

Fíjate, ¡Y tú sintiéndote culpable por desaprovechar el tiempo!. Estás desaprendiendo una lógica impuesta por un sistema que invisibiliza los cuidados. Estás volcándote en lo esencial y cerrando tus oídos al ruido atronador que viene desde fuera. Estás cuidando de lo esencial.

A lo mejor hoy te has quedado un poco más en la cama, disfrutando del calorcito y la suavidad de tus sábanas.

Te has aseado y has preparado un buen desayuno.

Te has echado crema en esas manos, que ya se sienten resecas por tanto jabón y gel hidroalcohólico.

Has llamado a un amigo, a tu abuela, a tu padre o a tu prima.

Has hecho algunas respiraciones profundas, porque has notado esa punzada en el pecho que te avisa de que algo no está yendo bien… Y la sensación se ha suavizado.

Has recogido la manta que anoche dejaste en el sofá y has disfrutado de los mimos de tu mascota.

Has saludado a la vecina desde la ventana y le has dicho que le sienta bien el rojo de su camiseta.

A lo mejor has hecho todo eso y unas cuantas cosas más, y en tu cabeza está sonando la vieja melodía de la culpa: Otro día más que no he hecho nada… Vamos a revisar ese discurso interno y contarnos la historia de otra manera. No olvides que, como hemos hablado otras veces, el lenguaje que utilizamos modela nuestra forma de pensar.

Espero de corazón que puedas disfrutar de ese “nada” que haces, que es lo que te mantiene con vida y te permite mantener lubricados los engranajes que hacen que puedas desarrollar todo lo demás.  Y espero, también, que todo esto nos sirva para desaprender y colocar el autocuidado en el lugar que le corresponde: el centro de nuestras vidas.

¡Cuídate mucho!

No solo la muerte desencadena el duelo: Duelos invisibles.

En otras ocasiones hemos hablado del duelo como un proceso de adaptación emocional ante una pérdida de algo sentido como valioso (un ser querido, un empleo, una relación). En el lenguaje popular, la palabra duelo parece estar indisolublemente asociada a la idea de muerte. Para la mayoría de las personas, van de la mano. No obstante, el duelo es un concepto mucho más amplio y son muchas las experiencias vitales que pueden desencadenar reacciones de duelo. Hoy hablaremos de algunas de ellas:

  • Pérdida de planes y sueños que no se cumplen

La mayoría de nosotros crecemos construyendo una serie de ideas sobre cómo queremos que sea nuestro futuro y qué metas queremos alcanzar en las distintas etapas de nuestra vida. Pero pasan los años y no estamos donde queríamos estar…

Un estudiante brillante que, al salir al mercado laboral, no encuentra trabajo.

Una persona o una pareja que desea tener hijos y resulta tener problemas de fertilidad.

Un trabajador insatisfecho con su trayectoria laboral.

Cuando deseamos algo intensamente, nos esforzamos para conseguirlo y finalmente no sucede, la frustración y la decepción son reacciones comunes. Este tipo de duelo va acompañado por una pérdida de sentido. Nos preguntamos ¿para qué tanto esfuerzo? ¿y ahora qué?. Tomamos conciencia de que no teníamos tanto control como pensábamos sobre aspectos importantes y comparamos nuestro recorrido y sus resultados con los de otros, que sí han logrado aquello a lo que aspirábamos. Sentimos que hemos fracasado. ¡Y no es justo!.

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  • Pérdida de identidad

Las personas nos definimos por nuestras actividades y nuestro mundo relacional. Cuando dejamos de realizar una actividad relevante para nosotros o cortamos con una relación, una parte de lo que hasta ahora ha constituido nuestra vida desaparece:

Un divorcio implica el duelo por la esposa o el marido que ya no soy, por los planes de un futuro compartido junto a esa persona.

Una mastectomía puede suponer un duelo por la idea previa de feminidad relacionada con el cuerpo.

Un giro en la carrera profesional o un cambio de trabajo supone un duelo por la identidad perdida.

Abandonar una asociación o un colectivo puede suponer un duelo por la pérdida del sentido de pertenencia y filiación.

La emancipación de los hijos conlleva un duelo por la pérdida del rol de padre/madre proveedor.

Cuando perdemos una de nuestras identidades primarias, nos enfrentamos a un proceso de duelo por quienes creíamos que éramos. Para poder elaborar y superarlo tenemos que integrar la pérdida en nuestra historia personal. En algunos casos, no tenemos control sobre lo que sucede y sentimos que nos han robado la identidad: un divorcio no deseado, una mastectomía en un proceso oncológico… En otras ocasiones tenemos voz y voto sobre lo que ocurre, aunque no por ello el duelo resulta más sencillo: la ambivalencia que acompaña la toma de decisiones, el no tener garantías de que los cambios sean para mejor, hace que la persona sienta también la pérdida, aunque por haber sido voluntaria se le niegue el derecho a expresar su malestar y a hacer explícito su duelo.

  • Pérdida de seguridad

Por lo general, esperamos sentirnos a salvo en nuestro hogar, en nuestras relaciones y en nuestro entorno cotidiano. Sin embargo, esta seguridad puede verse amenazada por distintos acontecimientos vitales:

El descubrimiento de una infidelidad provoca una pérdida de la seguridad emocional en la relación.

Los hijos de un matrimonio en proceso de divorcio pueden enfrentarse a la pérdida de seguridad al modificarse la estructura de su familia.

Cuando entran en una vivienda a robar, sus inquilinos pueden sentir invadida su privacidad y perder el sentido de seguridad física.

Las víctimas de abusos físicos y psicológicos pueden tener problemas para sentirse seguros en su día a día como consecuencia del trauma.

La pérdida de seguridad, sea física o emocional puede provocar que la persona perciba su mundo como un lugar amenazante. En estas situaciones es habitual que la persona mantenga un estado de alerta exagerada, incluso en ausencia de peligro o, por el contrario, parezca adormecida y desconectada de la realidad. En los casos de estrés postraumático, además de elaborar el trauma, nos enfrentamos al proceso de duelo y reconstrucción de su sentimiento de seguridad.

  • Pérdida de autonomía

Verse incapaz de hacer por uno mismo lo que siempre hemos hecho supone un cambio vital al que resulta difícil adaptarse. Nos hace sentir que perdemos el control de nuestras vidas y, en muchos casos, nos coloca en una situación de vulnerabilidad y dependencia.

El envejecimiento natural que, a la larga, implica una mayor dependencia de los demás, conlleva un duelo por la vida anterior, por la autonomía, por la identidad como un miembro que aporta a la sociedad…

El desarrollo de una enfermedad que implica un deterioro físico y/o cognitivo, abrupto o progresivo, y una pérdida de funcionalidad.

Una pérdida económica grave que implique pedir ayuda a los demás supone un duelo por la propia identidad, por el estatus social y un proceso de adaptación a la nueva situación.

Una de las mayores preocupaciones de las personas, tanto sanas como enfermas, a medida que vamos envejeciendo, es la pérdida de autonomía, y esta pérdida desencadena un duelo: se pierde la independencia y la capacidad de funcionar solo, de decidir cuándo y cómo hacer cosas cotidianas. Si a esto se suman discrepancias familiares sobre los cuidados a la persona dependiente y dificultades económicas, la sensación de fracaso y las preocupaciones se disparan. Y comienza la tarea de lidiar con estas pérdidas y reconceptualizar quienes somos a pesar de estas limitaciones.

Todas estas pérdidas son, en sí mismas, motivo de duelo. No obstante, el dolor por la pérdida, la necesidad de expresar el malestar para poder elaborar y adaptarse a las nuevas circunstancias son procesos que, desafortunadamente, suelen invisibilizarse y deslegitimarse.

Cuando nos encontramos en situaciones de este tipo, nuestro entorno puede transmitirnos que no tenemos derecho a sentir lo que sentimos, que no es para tanto. Sin embargo, cuando nos planteamos estas situaciones en términos de duelo, el tránsito por esta época de desorientación puede verse facilitada: El doliente es tratado con paciencia y cariño, sus sentimientos tenidos en cuenta. Se le permite expresar las emociones que necesite, porque se reconoce que es necesario para sanar sus heridas.

El uso de la palabra duelo es adecuado, puesto que abarca la realidad interna del proceso que la persona está viviendo, legitima y concreta lo que sucede y además facilita la comunicación con los demás.

Las pérdidas descritas, sean o no trágicas, son pérdidas reales.

Tienes derecho a vivir tu duelo. 

Acompañando desde el amor – Jeff Foster

Me encuentro a diario, tanto dentro como fuera de la consulta, con personas que sufren y con otras que no saben cómo ayudar a quienes quieren a manejar su sufrimiento. Nos cuesta mucho mirar al dolor a los ojos, sea propio o ajeno.

Hoy quiero compartir con vosotros un texto de un astrofísico que emprendió una búsqueda espiritual y se ha convertido en un referente para muchas personas, Jeff Foster. Sus palabras sencillas y su estilo directo, cargado de humor y compasión, nos ayudan a entender la importancia de la presencia y la gratitud.

 

Cuando alguien que amamos se encuentra con dolor físico o emocional,
Cuando su mundo no parece tener más sentido,
Tu simple escucha puede hacer maravillas.

Llora con él/ella,
Quédate en silencio con el/ella,
Valida su sentimiento, aunque sea doloroso.
Ayúdale a sentirse conocido en este mundo.

No le ofrezcas respuestas inteligentes ahora; ofrécete a ti mismo/a.
No reces o enseñes,
No lo/la juzgues, o hagas sentirle que está equivocado/a por como piensa,
Para que no se sienta solo/a.
Para que pueda percibir su propio coraje,
Su capacidad para permanecer con sentimientos intensos.

Cuando un amigo se encuentre con dolor físico o emocional,
Cuando su mundo parezca no tener más sentido,
Ofrécele la mejor medicina de todas:
Tu amor.

– Jeff Foster

Tu fuerza nos hace más fuertes: El discurso interno

Cuando nos vemos en una situación estresante, que nos genera preocupación o miedo, y hacemos balance de nuestros recursos para afrontarla, nos decimos un montón de cosas.

¿Qué sueles decirte tú? ¿Te ayuda a seguir adelante o te bloquea?

¿Reconoces de quién es ese discurso? ¿Dónde aprendiste tú a lidiar así con la preocupación?

motivacion ilustracion psicologia discurso internoMuchas veces, al responder a estas preguntas, nos encontramos con que eso que nos decimos se parece sospechosamente a lo que nos dijeron mucho tiempo atrás, en situaciones seguramente diferentes, que despertaron en nosotros las mismas sensaciones físicas y emociones similares: incertidumbre, inseguridad, temor…

La manera en que los adultos que nos cuidan, normalmente nuestros papás, gestionan sus propias emociones y nos ayudan a regular las nuestras deja una huella importante en nosotrxs.

Hoy os traigo un anuncio. Sí, es una campaña de publicidad, pero no quiero venderos nada. Solamente pretendo que me acompañéis en la reflexión sobre el poder de las palabras que usamos para ayudar a los peques, y a los no tan peques, a gestionar su mundo emocional. Ese discurso que utilizamos para narrar la experiencia de lxs niñxs se convertirá más adelante en su propia voz, que les insuflará fuerza y confianza para seguir motivadxs o los empujará al abandono y la desesperanza.

[youtube https://www.youtube.com/watch?v=zaxPToLSDS0&w=560&h=315]

 

¿Cuál es tu experiencia? ¿Qué te decían a ti? ¿Se parece eso a lo que ahora te dices tú? ¿Qué te hubiera gustado oír de tus adultos cuando eras niñx?

 

Duelo y olvido: “Tengo miedo de olvidarme de él/ella”

Cuando la confusión y el dolor van difuminándose para dar paso a la tristeza por la ausencia de un ser querido, los detalles que hacían a esa persona especial parecen imborrables. Sin embargo, pasan las semanas y los meses, avanzamos en el proceso de duelo y poco a poco algunos detalles van perdiendo nitidez. La voz, la forma de andar, el sonido de su risa…

Es frecuente que, pasado un tiempo del fallecimiento, surja en las personas el temor a olvidar a quienes ya no están con nosotros. En estas últimas semanas, son varias las personas que, en consulta, me han comentado su preocupación por este tema.

Muchas de las frases típicas que se escuchan tanto en el tanatorio como en el tiempo posterior a una pérdida identifican la superación del duelo con el olvido: “tienes que intentar pasar página”, “tienes que seguir adelante”, “no pienses tanto en ello”… En otra ocasión hablaremos de todos estos clichés, que sirven de poco y pueden dañar mucho a quien los escucha.

Se trata de un error considerar que el proceso de duelo acaba con el olvido: Nunca podremos borrar lo que esa persona ha significado y aún hoy significa para nosotros. Y podemos continuar adelante, pero en ningún caso quiere decir que vayamos a olvidar.

Insisto mucho en que el duelo es un proceso natural e inevitable. Se desencadena por la pérdida o separación de algo o alguien importante para nosotros. En palabras de Doug Manning:

“El duelo es tan natural como llorar cuando te lastimas, dormir cuando estás cansado, comer cuando tienes hambre, estornudar cuando te pica la nariz. Es la manera en la que la naturaleza sana un corazón roto”.

El camino que el duelo supone, por tanto, no tiene como finalidad borrar todo resto del paso de esa persona por nuestra vida, sino crecer y transformanos, permitiéndonos recuperar la esperanza en un mundo en el que nuestra persona querida ya no está.

El temor a olvidar es legítimo, como lo son todas las emociones y preocupaciones que acompañan a las personas en duelo. Sin embargo, olvidar no es posible (ni siquiera cuando lo desearíamos) ni realista.

La meta, y el fin del proceso de duelo, es el recuerdo sereno que permite honrar la memoria de quien ya no está, manteniendo viva la relación a pesar de su ausencia. ¿Y cómo hacemos esto? Hablando de esa persona con los demás, compartiendo anécdotas y recuerdos, trayendo a la memoria las vivencias compartidas (también las malas, extrayendo sus aprendizajes), manteniendo el vínculo con esa persona a través de quienes nos rodean y convirtiéndolo en una fuente de sabiduría para seguir adelante.

En ocasiones este temor a olvidar hace que las personas se aferren al dolor, quedando atrapadas en alguna de las etapas del duelo. La tristeza y el aislamiento pueden servirnos para que el recuerdo permanezca en el primer plano de nuestra mente. Algunas personas sienten que así se honra a quienes ya no están. De hecho, tiempo atrás el luto por los fallecidos implicaba ritos, señales y comportamientos en esta dirección que se alargaban en el tiempo como muestra de amor a la persona fallecida. Esta actitud se ha mostrado contraproducente: bloquea el afrontamiento del duelo e impide a las personas desarrollar sentimientos sanos y constructivos, tanto hacia quien ya no está como hacia los que se quedan. Pienso, mientras escribo, en La Casa de Bernarda Alba, de Lorca. Aunque se trata de un ejemplo dramático, no nos pilla tan lejano, ni en el tiempo ni en el espacio.

Quedar anclado en la tristeza no es la forma más constructiva de mantener vivo el recuerdo de nuestra persona querida. Tampoco le honra más. Y dudo mucho que sea lo que esa persona quería para ti. Permitirse soltar el dolor, compartir los recuerdos y recorrer el camino del duelo en compañía, gestionando nuestras emociones con el apoyo de quienes nos rodean, y si es necesario, de un especialista, nos aleja del olvido, del rencor y de las culpas.

La tristeza es una respuesta normal y esperable. Sin embargo, si te aferras a ella puede contaminar los recuerdos con esa persona, y el rastro de cariño y aprendizaje que ha dejado en ti. No permitas que te robe esos tiempos compartidos.

Sentimientos y Valores: Cuentos que llegan al corazón

Hace unas pocas semanas encontré unos cuentos en una tienda de decoración próxima al Paseo de Begoña. Inmediatamente captaron mi atención, por lo sorprendente de su ubicación y por las simpáticas ilustraciones de la portada. Quienes me leéis habitualmente, sabéis que el mundo de las emociones, los libros y las ilustraciones bonitas son algunos de mis puntos débiles…

Cuál fue mi sorpresa cuando, al acercarme a husmear, me encuentro con unos cuantos ejemplares variados de la colección de Violeta Monreal titulada “Sentimientos y valores”, para ser más concretos, Celos, Nerviosismo, Timidez, Sinceridad, Felicidad, y Libertad. La autora ha elegido, con mucho tino, emociones y valores con cada una de las letras del abecedario (Sí, incluidas la K, la Y y la W), y a través de sus entrañables historias, con esos curiosos personajes que son “los filins”, ayuda a los niños a reconocer su sentir, a darle un nombre, a identificar cómo su cuerpo lo manifiesta y a relacionarlo con distintas situaciones de la vida cotidiana.

Algunas de las familias que vienen a verme a consulta me habían hablado de esta autora, que ha visitado algunos Colegios Públicos de la zona, dejando a los niños embelesados con sus relatos. No podía perder la ocasión, así que me dirigí a la caja con los tres primeros debajo del brazo. El precio era más que asequible, y además cada ejemplar venía con un CD con actividades. Desde luego, no perdía nada por llevármelos y echarles un vistazo más detenidamente. No, no perdía nada, más bien todo lo contrario: he ganado unas cuantas buenas historias, una manera dulce y cercana de presentarles a los niños emociones tan difíciles de gestionar para ellos como los celos o el nerviosismo, y Violeta ha ganado una fan.

Estaba acercándome a la caja, como decía, cuando decidí sin pensarlo mucho dar media vuelta sobre mis tacones y volver al estante a por los otros tres. Mientras lo hacía, recordaba el mito de Pandora, cuya curiosidad la llevó a incumplir su promesa y abrir el ánfora que Zeus le regaló, liberando todos los males del mundo y dejando dentro, atrapada, la esperanza. Recordaba también mi propia insistencia, como terapeuta sistémica familiar, en la utilización de los recursos y el aprovechamiento de los puntos fuertes de las personas que vienen a verme. Por eso, la Libertad, la Sinceridad y la Felicidad también se vinieron conmigo.

Si tenéis curiosidad, en su página web podéis encontrar los proyectos en los que ha colaborado. A mi me ha ganado con los poemas-moraleja del final de cada relato.

Gracias, Violeta.

sentimientos y valores

La importancia de la empatía

¿Cuál es la mejor manera de aliviar el sufrimiento de otra persona? En este precioso corto, la Dra. Brené Brown nos recuerda que la conexión empática sólo se puede conseguir si somos capaces de contactar con nuestras propias debilidades.

Esta profesora de la Universidad de Houston ha dedicado más de 15 años de su vida al estudio de la valentía, la vulnerabilidad, la vergüenza y la empatía, y es la autora de tres bestsellers – The Gifts of Imperfection, Daring Greatly, and Rising Strong. Uno de los temas que aparecen de manera reiterada en sus investigaciones y publicaciones es la importancia de cultivar la empatía.

Según la Dra. Brown, la empatía es sentir con el otro, y es una “opción vulnerable”, pues requiere que la entremos en contacto con algo nuestro que nos permita identificarnos con el sufrimiento del otro. La empatía consta de cuatro componentes:

  • Asumir el punto de vista del otro
  • No juzgar
  • Reconocer la emoción en el otro
  • Ser capaz de comunicar esa emoción

https://www.youtube.com/watch?v=1Evwgu369Jw

Muchos comentarios, bienintencionados aunque inapropiados, cuando alguien nos cuenta algo que le provoca malestar comienzan con “al menos…” y van seguidos por una queja sobre la propia situación (“al menos tú tienes un trabajo, yo llevo meses en el paro…”, “al menos tú tienes pareja…”). La verdad es que rara vez una respuesta de la persona que tenemos delante puede provocar una mejoría en cómo nos sentimos. Vale más una mirada comprensiva, una escucha activa, un “no sé qué decirte…. Siento mucho que estés pasando por esto” que un comentario que minimice el dolor y el malestar de la otra persona. Por eso, si no sabes qué decir, suele ser mejor que no digas nada.

¿Es posible aprender a ser empáticos? Desde niños, aprendemos de nuestros padres, profesores e iguales a gestionar las emociones propias y ajenas. Las relaciones con los otros son la principal fuente de aprendizaje, sin embargo la literatura es también una herramienta poderosa a la hora de desarrollar nuestra empatía.

Aunque la empatía no es una asignatura que se enseñe en los colegios, es una de las cualidades más importantes a desarrollar y fomentar en las personas, ¿no te parece?

¿Feliz vuelta al cole?

El acoso escolar (“bullying“) es una realidad para muchos de nuestros niños. Es responsabilidad de todos prevenir, detectar e intervenir en estas situaciones.

Si te parece que tu hij@ tiene miedo a ir al colegio/instituto, si busca excusas para quedarse en casa, no quiere hablar de la relación con sus compañeros, presenta síntomas físicos (dolores difusos, problemas digestivos, dificultad para conciliar el sueño…), “pierde” o “estropea” su material escolar, sus resultados académicos han caído en picado sin explicación alguna, se muestra irritable, angustiado, tiene cambios de humor… Por favor, no mires para otro lado.

El bullying no es cosa de críos.

Con el comienzo del curso escolar, empieza el TERROR para muchos.Pero si piensas que esto no va contigo, te equivocas. Acabar con el acoso escolar es tarea de todos.

Geplaatst door Cribeo op Dinsdag 13 september 2016

Peter Pan y Wendy… ¿Un final feliz?

Y como lo prometido es deuda, comenzamos con la serie de publicaciones sobre síndromes con nombres de personajes de cuentos o de historias de ficción.

Quizá el más conocido de entre estos cuadros sea el síndrome de Peter Pan.

peter y campanillaSeguro que tú también recuerdas a ese niño aventurero que volaba gracias al polvo de hadas, odiaba el mundo de los adultos y vivía en el país de Nunca Jamás junto con los Niños Perdidos. Aunque la mayoría de nosotros conocemos esta historia gracias a la película de la productiva factoría Disney, en su origen era una obra de teatro. Fue escrita por un escocés, James Matthew Barrie, y estrenada en Londres en diciembre de 1904.

El síndrome de Peter Pan comienza a hacerse un hueco en la psicología popular a raíz de la publicación de “The Peter Pan Syndrome: Men Who Have Never Grown Up” (“El síndrome de Peter Pan: Hombres que no han crecido”), de Dan Kiley. Como os contaba en el post anterior, no se trata de un diagnóstico oficial: no está recogido en los manuales de psiquiatría y psicología. No obstante, describe un estilo relacional que afecta principalmente a varones con el que nos encontramos con frecuencia, tanto dentro como fuera de la consulta.

La principal característica de las personas Peter Pan consiste en un desfase significativo entre su edad cronológica y su forma de actuar y sentir: rechazan todo tipo de obligaciones y compromisos, comportándose como si fueran niños en cuerpos de adulto y mostrando una marcada inmadurez emocional. Aunque suena divertido eso de ser un niño eternamente, la no asunción de responsabilidades puede tener serias repercusiones a nivel académico, laboral y, por supuesto, en las relaciones, especialmente en las relaciones de pareja.

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Esta curiosa escultura se encuentra en los jardines del Palacio de Egmont, en Bruselas

Estas personas tienden a asumir un papel pasivo e inmaduro en sus relaciones, colocando toda la responsabilidad del funcionamiento de las mismas en el otro: ellos nunca hacen nada mal, la culpa es siempre del otro y es, por tanto, ese otro quien tiene que hacer que se sienta cómodo, seguro y feliz. Rechazan todo aquello que requiere esfuerzo y les resulta difícil controlar sus sentimientos, así como aceptar las emociones propias de la vida adulta. Cuando toman conciencia de ellas, se sienten desconcertados y asustados y, con frecuencia, reaccionan negando o huyendo de los conflictos.

Tras esa aparente despreocupación por el otro y esa negación de los sentimientos adultos se oculta, en la mayoría de los casos, una gran inmadurez e inseguridad. Su autoestima suele ser baja, por lo que dependen afectivamente de los demás y sienten un gran temor ante la posibilidad de ser rechazados. ¿Os resulta familiar?

Como consecuencia de estas necesidades emocionales, casi infantiles, esperan de su pareja un trato maternal: protección, sumisión y disponibilidad incondicional, sin ningún tipo de límite.

wendyAquí entra en juego nuestro segundo personaje: Wendy, la paciente, dulce y comprensiva niña que actúa como “mamá” de Peter y de los Niños perdidos.

Y es que la elección de nuestra pareja nunca es casual

Pero, como escribió Michael Ende, “esa es otra historia. Y debe ser contada en otra ocasión…”. 

Por ahora, os dejo un anticipo en forma de canción: Si Peter Pan viniera, de Ismael Serrano.

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Resaca cinematográfica: Del revés

Hace unos meses llegó a las grandes pantallas el último estreno de Pixar, Inside-Out (Del Revés en España, Intensa-Mente en Hispanoamérica). Y el mundo de más de uno quedó, precisamente, “del revés“. Son varias las personas que me han comentado el fuerte impacto que esta película les ha causado, cómo les ha ayudado a comprender algunas facetas de sí mismos y, sobre todo, cómo les ha llevado a reflexionar sobre las emociones propias y ajenas. Desde luego, Inside-out es una de esas películas dignas de ver varias veces… Y en cada visionado se descubren nuevos detalles, nuevos matices, que enriquecen la historia aún más.

Del revés - personajes con rótulo Psicologo Gijón

La película plasma, de manera simplificada, algunas cuestiones relacionadas con la psicología que pueden resultar de difícil acceso para el público general: los procesos implicados en la formación de recuerdos, la importancia de los vínculos en la configuración de nuestra identidad, el subconsciente, la imaginación, el pensamiento abstracto, el valor del duelo y su utilidad a la hora de poner fin a distintas etapas de nuestra vida, el desarrollo de nuestro mundo emocional y su evolución en el tiempo

Necesitaríamos unos cuantos posts para comentar cada uno de estos temas en profundidad (y quizá lo hagamos), por eso el objetivo de el que escribimos hoy es más prudente: Queremos compartir con vosotros algunas de las conclusiones a las que hemos llegado tras disfrutar de esta historia

  1. Una vida feliz no implica estar alegre todo el tiempo.

Del revés - Alegría tirando de Tristeza - Psicologo GijonSi habéis visto la película (o algo de la abundante publicidad que se le ha hecho) recordaréis que el sentimiento de Alegría aparece representado por una simpática figurilla amarilla con el aspecto de un hada maníaca que pretende que Riley, la niña protagonista de la historia, esté siempre feliz. Para ello trata de mantenerse a los mandos de la mente de la pequeña todo el tiempo, impidiendo a las otras emociones, especialmente a Tristeza, que participen. Aunque sus planes funcionan temporalmente, resulta inevitable que las otras emociones tomen parte (no quiero ser spoiler, así que no diré más). Cuando las emociones se turnan a los mandos, la niña parece lograr una forma de felicidad más profunda, más genuina, y sus respuestas ante las distintas situaciones resultan más ricas y coherentes.

Contar con un amplio abanico emocional puede facilitarnos más información acerca de la situación en la que estamos, lo que nos puede llevar a tomar mejores decisiones y, por tanto, llevar a cabo comportamientos que nos reporten una mayor satisfacción, y así estar más felices. En la película, (a ver cómo lo cuento sin destripar el argumento…) una situación de alejamiento respecto a su familia activa en la niña sentimientos de tristeza y miedo que le llevan a tomar la decisión de regresar a casa, lo que le lleva a sentir una gran felicidad, más profunda. La alegría es sólo uno de los componentes de la felicidad; ésta puede estar teñida de otras emociones, incluso de tristeza.

2. Tratar de permanecer feliz todo el tiempo resulta agotador… ¡y muy dañino!

Hay momentos en la vida en que las circunstancias nos obligan a sentir. Cuando en esas ocasiones tratamos de bloquear el resto de emociones y fingimos estar alegres, trasladamos un mensaje confuso a los demás (que no tienen otra forma de saber lo que sentimos) y podemos llegar a pensar que hay algo malo en nosotros si no logramos ser felices todo el tiempo.

Aprendemos qué reacciones son “normales” observando a los demás: si una mamá o un papá, por ejemplo, mantiene la compostura y muestra alegría independientemente de su sentir real, un niño que sienta tristeza, preocupación, enfado… Tendrá problemas para reconocer sus propias emociones y puede considerar que hay algo que funciona mal en él, que es raro o que está sintiendo cosas inapropiadas, pues no consigue mantener el tono emocional positivo que resulta tan normal en su entorno. Y lo verdaderamente normal, lo humano, es sentir, y no ser feliz todo el tiempo.

inside out - emociones padre vs madre

Así, cuando ese “ser feliz todo el tiempo” se convierte en uno de nuestros objetivos vitales, estamos condenados al fracaso y la frustración y, por tanto al malestar y a la infelicidad. Incluso se han realizado estudios que demuestran que, cuanto más nos esforzamos por conseguir la felicidad, más elevamos nuestras expectativas y, por tanto, más decepcionados nos sentimos al no poder alcanzarlas.

Del revés - Ira toma el control - Terapia en Gijón

Intentar obligarnos a ser felices puede hacernos sentir aislados, enfadados y confusos. Resulta mucho más productivo tratar de construir experiencias positivas, buscar actividades que nos diviertan y estimulen y nos ayuden a sentirnos bien. Pero, cuando no es así, reconocer y comunicar nuestros sentimientos negativos. Recordemos una vez más que la única forma que nuestro entorno tiene de saber cómo nos sentimos o qué pensamos es… ¡que nosotros lo comuniquemos!

3. La tristeza resulta fundamental para nuestro bienestar.

tristeza inside out llorando - Atención psicológica GijónAunque puede resultar molesto sentirla, la tristeza tiene un propósito en nuestra vida: Nos permite empatizar, tener compasión y conectar profundamente con la gente, lo que la convierte en un componente de la felicidad. Con mucho tacto, Inside-Out muestra cómo las emociones que en muchos casos tratamos de evitar (además de la tristeza, la ira y el miedo) resultan enormemente útiles, pues nos proporcionan información sobre cómo reaccionamos a acontecimientos (tanto internos como externos) y nos permiten conectar con los demás, recurrir a ellos en busca de ayuda y consuelo.

4. En lugar de tratar de eliminar las emociones desagradables, debemos aceptarlas y reconciliarnos con ellas.

Intentar contener o eliminar una emoción resulta una estrategia muy común, Es frecuente entre las personas que aún no han adquirido una comprensión profunda de sus propias emociones. Si tenéis adolescentes cerca, sabréis de lo que hablo… Aunque también es un recurso muy común entre los adultos.

Tratar de restringir o bloquear una emoción resulta completamente contraproducente a largo plazo. Lo recomendable es aceptar esa emoción, observarla conscientemente tratando de no juzgarla como “correcta” o “incorrecta”: No está ni bien ni mal, es sólo una manera de reaccionar. Reconocer y aceptar nuestras propias emociones nos proporciona una mayor estabilidad, facilita su manejo y mejora la calidad de nuestras relaciones.

personajes inside out - islas de la personalidad

Esperamos no haberte aburrido con tanto análisis. Si has llegado hasta aquí, te agradecemos tu paciencia. Como ves, la película da mucho de sí… Y es que el cine no es sólo un entretenimiento, sino una poderosa fuente de aprendizaje.

Cuéntanos, ¿qué otra película te ha hecho reflexionar?